Tropas del espacio
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Tras leer una novela suya que no me gustó demasiado, decidí darle otra oportunidad a este escritor para ver si los elogios que le dedica tanto aficionado a la ciencia ficción estaban tan bien fundamentados como las críticas. Elegí esta por ser de las más famosas, y creo que podría haber elegido cualquiera: este tío no es para mí. Escribe bien, con un estilo directo pero no simple, y sabe contar una historia (aunque no hay mucha que contar). Lo malo de sus libros son los personajes planos, los protagonistas excesivamente perfectos con creencias estúpidas y las ambientaciones sociales absurdas que intenta hacer pasar por buenas, y este no es una excepción. Como novelilla de aventuras puede pasar, pero la mitad de las páginas son un panfleto defendiendo el individualismo, la sociedad militarizada de la novela o poniendo al ejército de indispensable y único garante de mil derechos, y eso cansa, sobre todo cuando no comulgas con sus chorradas. Vamos, que desisto: este será mi último Heinlein. Que les aproveche a los neocon.
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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Ah, ¿que él no era de esos?, ¿que escribía desde muchos puntos de vista ideológicos?, ¿que era un provocador?, ¿que me lea Forastero en tierra extraña? Mmm... ni en broma; no cuela. No me apetece repetir la experiencia después de sufrir un intento de lavado de cerebro leyendo que es increíble cómo resulta el sistema (tururú, que diría La Polla) militarista de esta novela, cómo sólo los mejores tanto mental como moralmente tienen puestos de responsabilidad, cómo se preocupan por «sus» hombres (nada que ver con las semicomunistas Chinches, que dejan morir a sus congéneres si beneficia al resto, ¡qué malas son y qué poco miran por el individuo!), cómo están de bien entrenados los soldaditos y qué bonito es ser del ejército y luchar por los pobres humanos normales que no tienen ni idea, qué infalibles son los superiores que todo lo saben (los reclutas son como niños a los que hay que cuidar y además ellos los entienden y lo aceptan con pasión) o cómo deberían votar solo los del ejército porque son los únicos que tienen responsabilidad (¿y ese axioma ridículo, Heimlito?) y están dispuestos a sacrificarse por un bien común. Para adoctrinamientos fachas pongo la tele; requiere menos esfuerzo. Ah, y meter a algún oficial tullido no compensa lo anterior y de alguna manera mágica transforma todo en una crítica a los gobiernos o a los militares. Si se busca algo de ese estilo dentro de la ciencia ficción, ya tenemos La guerra interminable, que se suele contraponer a este libro y le da unas cuantas vueltas. Y mira que al principio me estaba pareciendo mejor que Puerta al verano... En fin, aunque en general fue entretenido (salvo excepciones como los discursos y chorradas militares varias), no volveré a caer.