Fin



  • Leído en: 2010.
  • Escritor: David Monteagudo.
  • Género: Intriga.
  • Año de publicación: 2009.
  • Sinopsis: Un grupo de antiguos amigos, que ya no tienen nada en común excepto un turbio episodio del pasado, se reúne en un refugio de montaña para pasar un fin de semana. La reunión sigue fielmente el guión habitual de estos casos, pero, en plena celebración, un acontecimiento externo alterará por completo sus planes. Sometidos a una creciente presión, cada individuo interpretará los acontecimientos según sus particulares obsesiones; y entre confesiones y rencillas largamente incubadas se irá recomponiendo un esquema sórdido e intrincado de las relaciones que los habían unido en el pasado, todo ello bajo la sombra de una amenaza cada vez más cercana y palpable.


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    Buen libro para posmodernos místicos con una virtud: no aburrir. A pesar de insustanciales diálogos «televisivos» plagados de puntos suspensivos, personajes vulgares y totalmente intercambiables, escenas inoportunas y una trama molona y vacía según la moda, lo empecé con ganas y me entretuve leyéndolo con una curiosidad rayana en el cotilleo (eso sí: por la mitad ya veía claro que no me iba a decir nada y lo terminé porque es fácil hacerlo y para ver qué pasaba, costumbre esta última poco aconsejable en ocasiones).

    La intriga se crea dosificando la información o haciendo creer al lector que van a contarle algo para acabar saliendo por la tangente. Al principio engancha, pero termina cansando y finalmente decepcionando cuando no se ve relación entre los distintos sucesos clave de la historia y se echa en falta algo más dónde agarrarse. Claro que igual me desagradó porque no soy de los que piensan que el camino es lo importante y el fin es lo de menos... Vamos, que me gustan las cosas con fundamento o, en su defecto, con humor (y más con ambos), y esta novela no tiene ni lo uno ni lo otro.


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    [No sigas si no has leído el libro:
    a partir de aquí desvelo el argumento]

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    La narración descansa únicamente en dos pilares: las desapariciones misteriosas y la broma que le hicieron al Profeta. Que no explique ninguno de los dos es frustrante porque el resto es una historia típica de suspense con interrupciones superficiales por parte de unos personajes sin ningún interés (nada de drama psicológico, retrato generacional ni sutilezas: solo conversaciones insulsas en un ambiente correcto y a veces logrado). Lo de evitar contar la broma incluso se fuerza a veces cuando un personaje está a punto de desvelarlo y al final acaba callándose, un recurso bastante pobre. No es necesario aclarar las causas de acontecimientos extraños para hacer funcionar una novela, pero debe tratar también otros temas, como ocurre por ejemplo en Ensayo sobre la ceguera, donde el incidente raro es el punto de partida y no lo único destacable. Una cosa es «pensar» un poco porque no lo den todo mascado y otra escatimar la resolución de lo importante y tener que pensarte tú el libro entero. Espero que la moda no dure, porque por lo visto estas tonterías posmodernas solo le quedan bien a Paul Auster.