Las primeras quince vidas de Harry August
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La novela, para mí de fantasía y no de ciencia ficción, comienza con una premisa prometedora: existe gente que al morir vuelve a nacer y recuerda haber vivido antes. Sin embargo, el desarrollo es muy superficial, y el estilo, engolado (las diatribas que suelta de vez en cuando parecen más ridículas por ello, como si la escritora fuera una niña repipi cabreada, y hace destacar las incoherencias argumentales). Tiene sus momentos y el trasfondo de la historia de los «kalachakra» es interesante, pero es de esos libros en los que por más que se diga que un personaje siente una emoción determinada, no te lo crees ni harto de vino (sobre todo al protagonista), y el resto no compensa esa carencia. En algunas obras, el desarrollo de una idea, las descripciones, el mundo, la atmósfera, la intriga, la trama, las sorpresas, el humor o la forma de escribir son tan buenos que te olvidas de que los personajes son meros robots sin sentimientos o no le das importancia a otros defectos; esta no es una de ellas.
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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Una cosa me ha chirriado todo el tiempo: si los del Club Cronos (sic) son tan conservadores y prohíben cambiar el pasado, ¿cómo dejan a los uróboros (sí, también usan ese nombrecito tan guay consigo mismos) vivir vidas distintas si les apetece? ¿Eso no es cambiar? ¿No afectará a posibles futuros nacimientos de los de su especie? Aunque es una pega casi sin importancia; más problemático veo que no se logre transmitir la sensación del paso de toda una vida hasta que vuelven a nacer los kalachakra (parecen las vidas de un videojuego), que Harry no evolucione lo más mínimo y cometa errores de principiante tras haber renacido una decena de veces y que los acontecimientos sean tan previsibles, sobre todo en la parte final.
Mención especial para los pueriles ataques al comunismo del siglo XX, sobre todo cuando el sosaina del protagonista visita la RDA y luego la URSS, aunque servirán de bálsamo para el odio de la escritora y quizás a otros no les rechinen como a mí: qué pena tener que llamar a la ciudad esa Leningrado, ¡con lo bien que quedaba el nombre anterior!; vaya mierda de coches, ciudades y cultivos tienen los pringados estos, todo lo hacen mal; para conseguir algo de ellos, nada de pedir y deber favores, solo funciona el chantaje, que todos sabemos cómo son los rojos; ojito que te matan por cualquier cosa o te envían a un gulag por estornudar... En fin. Ah, y más tarde, cuando pasa por el Club de Pekín, aprovecha la Claire para dar más caña. Y a veces aleatoriamente. Y si se aburre, también despotrica contra otras cosas. Un amor.
Y no puedo dejar sin comentar algunas tonterías: Harry primero cambia de opinión y colabora con Vincent en lo del espejo sin un motivo coherente y luego deja de hacerlo porque una puta le abre los ojos a la honestidad o algo así; Harry llama a Vincent por su nombre varias veces al final y este no solo no se entera, sino que le dice quién es y dónde nació para que lo mate definitivamente; se supone que el espejito mágico de Vincent destruiría el mundo en lugar de mostrar al más bello del reino porque sí, porque extrapola cosas, los del futuro han dicho que el mundo se va a la mierda más rápido que antes y fijo que es por eso, te lo digo yo, y no veas tú qué movida jugar a ser dios, ¿eh?
Por lo menos no es aburrido, pero no repetiré con esta escritora.
Mención especial para los pueriles ataques al comunismo del siglo XX, sobre todo cuando el sosaina del protagonista visita la RDA y luego la URSS, aunque servirán de bálsamo para el odio de la escritora y quizás a otros no les rechinen como a mí: qué pena tener que llamar a la ciudad esa Leningrado, ¡con lo bien que quedaba el nombre anterior!; vaya mierda de coches, ciudades y cultivos tienen los pringados estos, todo lo hacen mal; para conseguir algo de ellos, nada de pedir y deber favores, solo funciona el chantaje, que todos sabemos cómo son los rojos; ojito que te matan por cualquier cosa o te envían a un gulag por estornudar... En fin. Ah, y más tarde, cuando pasa por el Club de Pekín, aprovecha la Claire para dar más caña. Y a veces aleatoriamente. Y si se aburre, también despotrica contra otras cosas. Un amor.
Y no puedo dejar sin comentar algunas tonterías: Harry primero cambia de opinión y colabora con Vincent en lo del espejo sin un motivo coherente y luego deja de hacerlo porque una puta le abre los ojos a la honestidad o algo así; Harry llama a Vincent por su nombre varias veces al final y este no solo no se entera, sino que le dice quién es y dónde nació para que lo mate definitivamente; se supone que el espejito mágico de Vincent destruiría el mundo en lugar de mostrar al más bello del reino porque sí, porque extrapola cosas, los del futuro han dicho que el mundo se va a la mierda más rápido que antes y fijo que es por eso, te lo digo yo, y no veas tú qué movida jugar a ser dios, ¿eh?
Por lo menos no es aburrido, pero no repetiré con esta escritora.