Kalpa imperial
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La novela está formada por diversos relatos sobre el Imperio narrados por los llamados «contadores de historias», por lo que la escritora intenta darles un tono oral. Y lo consigue, y también consigue que imaginemos ese imperio inmenso a partir de esas pequeñas dosis de información, e incluso dar un poco de personalidad a cada contador de historias y cada personaje y que no sean meras repeticiones unos de otros. Lo que no logra es hacer el libro interesante, al menos para mí; de hecho se me hizo aburridillo en varios tramos. Me acordaré siempre de esas listas de contenido aleatorio en la mayoría de las historias: «... y los bueyes medio dormidos, las gentes del mercado, los pastores de los cerros, los lobos que visitan el poblado de noche, los vigías en las torres del castillo, los asesinos sigilosos de la zona meridional, los pescadores embarcados desde el alba, las doncellas en sus conversaciones matutinas, las aves de presa que vigilan elevadas (...) y hasta el mismísimo Emperador...»; es ficticia, pero en el libro las hay peores. Entre recursos de ese tipo, un poco forzados por más que contribuyan al ambiente de la obra, y que la solemnidad de los relatos me resulta algo fingida, la novela nunca me ha llegado a convencer. Tampoco ayudó leer unos cuantos seguidos, la verdad... Los consideran muy ricos y complejos y esas cosas, pero a mí me han resultado un pelín rebuscados, aunque ninguno me ha disgustado, están bien escritos y un par de ellos hasta me parecen buenos: el penúltimo, «Así es el sur», porque es el más logrado; y el último, «La vieja ruta del incienso», tal vez por la novedad del cambio de narrador y sin duda porque es el más entretenido. Tal vez vuelva a leer alguna historia suelta algún día a ver si «conecto» mejor con el libro, aunque no será pronto.