Leído en: 2019.
Escritor: VV.AA.
Género: Terror.
Año de publicación: 2003 en castellano (relatos: de 1819 a 1987).
Sinopsis: Tras quince años de labor ininterrumpida en el inagotable campo de la literatura fantástica y de terror, la editorial Valdemar ha llegado a reunir en sus colecciones (especialmente «Gótica» y «El Club Diógenes») cerca de mil relatos de terror cuyos autores han volcado su peculiar genio y buen hacer con el sano y loable objetivo de «meter miedo» (acelerar el pulso, contener la respiración...) a sus asombrados y agradecidos lectores. Felices pesadillas pretende ser tan sólo, y nada menos, el crisol en el que se ha mezclado lo más granado de esta cosecha terrible: la quintaesencia del miedo. Reúne esta antología, más representativa que exhaustiva, cuarenta relatos de otros tantos autores, y el lector descubrirá en ella, pues así se ha pretendido, los temas clásicos de los cuentos de terror: la muerte, los fantasmas, el diablo, los vampiros, los sabios psicópatas, la venganza, la fatalidad... El aficionado a los cuentos de terror encontrará en este volumen una buena guía para sumergirse en las oscuras aguas del género, un atlas de una geografía fantástica que se parece mucho a nuestra propia mente, uno de los mejores candidatos a acompañar nuestras noches de insomnio o a poblar el vacío anaquel de un náufrago en una isla desierta.
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Notable selección de relatos del siglo XIX y primera mitad del XX, con algún añadido más moderno, alabada por los apasionados del terror clásico y gracias a la cual he descubierto «nuevos» escritores. La promesa de la sinopsis se cumple, y es una guía del género excelente para ir descubriéndolo (o para disfrutarlo de nuevo) en pequeñas dosis y con bastante variedad. Como curiosidad, algunas narraciones se nota que están escritas por y para hombres, incluso con apelaciones al lector como si a la fuerza fuera varón, mostrando la mentalidad de una época donde las mujeres literarias eran a menudo más una decoración para describir que verdaderos personajes; un rastro de costumbres
históricas que no suele resultar perjudicial si no es desmesurado y que aquí por suerte no llega a ese extremo.
Como acostumbra a pasar en las antologías, unos cuentos me han satisfecho completamente y otros no tanto, si bien la mayoría son interesantes y el libro es de esos a los que se quiere volver e incitan a conseguir lecturas similares (en este aspecto, mi calificación se queda corta). Mis preferidos: «Los hechos en el caso del señor Valdemar», de Poe, el cual me sigue pareciendo una maravilla unos veinte años después de leerlo por primera vez; «El elixir de larga vida», de Balzac, un gran hallazgo; «El grabado», de M.R. James; «La pata de mono», de W.W. Jacobs, «Sredni Vashtar», de Saki, «Una voz en la noche», de William Hope Hodgson, y, por supuesto, «La llamada de Cthulhu», de Lovecraft; y los de Stevenson, Maupassant y Yeats han despertado mi interés por estos autores. Habrá que leer la segunda parte (y también
la «tercera»).
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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«Vampirismo», de E.T.A. Hoffmann - 6. Atractivo por precursor y por el lenguaje cuidado, es el primer relato de vampiras y se nota: hay cierta rigidez y fragmentación en el agumento y se da un aire primerizo; este tema lo desarrollarán mejor otros escritores (sin ir más lejos, en el cuento «La muerta enamorada», incluido en esta misma colección). Aunque las prácticas vampíricas son de una tradicción distinta a las más conocidas (necrofagia en lugar de hemofagia), el resto es típico de este tipo de historias. Destacan para mal las situaciones absurdas por la excesiva ingenuidad de los personajes (el marido convenciéndose a sí mismo de que ha sufrido alucinaciones en el cementerio) o por la falta de explicaciones (la muerte de ella al final así sin más porque el otro la descubre).
«Las aventuras de Thibaud de la Jacquière», de Charles Nodier - 5. Muy bien lo tiene que hacer un escritor para asustarme con supersticiones cristianas, y aquí no se da el caso: cuando se anuncia Belcebú, casi me descojono... Historia con moralina y demasiada religión para mi gusto.
«Rip Van Winkle», de Washington Irving - 6. Más fábula histórica estadounidense que cuento de terror, es sencillo y entretenido. Se ve lastrado por en ocasiones exagerados y reiterativos chistes de amigotes y esposas, y en el fondo el protagonista es un vago subnormal y su mujer, símbolo de la malvada opresión, le tendría que haber mandado a tomar por culo en lugar de intentar no morirse de hambre a su lado. Será una sátira, habrá metáforas y lo que se quiera, pero a mí me repele tanta insistencia en la maldad de la mujer casada como representación de lo que se le ocurra al crítico de turno.
«El elixir de larga vida», de Honoré de Balzac - 8. Interesante, un poco macabro y también gracioso. El estilo, cargado de ironía, es unas veces enérgico y otras descriptivo, y acompaña perfectamente a una historia imprevisible. El desenlace con los fieles tomando por bendiciones los sacrilegios y la cabeza de don Juan desprendiéndose del cuerpo para devorar la del abad... buenísmo además de absurdo. Bien, Balzac, muy bien.
«La bofetada de Carlota Corday», de Alexandre Dumas - 6. Cuenta brevemente un episodio de la Revolución Francesa y lo adorna con una pizca de humor sobrenatural al final. No conocía el suceso y me ha descolocado que acabara tan pronto y de esa forma... Quizá no me ha convencido por mi ignorancia y por las erratas de esta edición: ponen Carlota en el título pero Charlotte en el texto; faltan algunas líneas, entre ellas la intervención de otro personaje (el narrador, y justo habla de «la persistencia de la vida», importante para el argumento); el texto no tiene indicaciones de continuación de diálogo, y además quedaría mejor la bofetada «a» y no «de». Se recuerda con agrado, eso sí.
«El joven Goodman Brown», de Nathaniel Hawthorne - 7. Con referencias a los juicios por brujería de Salem, de los que un antepasado del autor fue el único juez que no se arrepintió, deja un poso intrigante (¿es un sueño, todo o parte?, ¿el conocer la verdad hace la vida miserable o lo que vio el protagonista no es cierto y el diablo ha conseguido envenenar su alma y hacer que desconfíe hasta de su esposa?). Merece la pena por eso y por la sencillez de la trama, bien narrada, aunque las metáforas morales y religiosas me aburren un poquito, y aquí abundan.
«Los hechos en el caso del señor Valdemar», de Edgar Allan Poe - 9. Poe es el mejor.
«La muerta enamorada», de Théophile Gautier - 7. Está bien y es verdad que recuerda a Carmilla, pero ni el estilo ni la atmósfera ni la relación vampírica están a su altura. Además, a mí me cansa tanto sacerdote, tanto dios y tanta religión por mucho que sirvan para hacer más «maligna» a la vampira al causar la caída de un siervo del señor. Lo valoro más por cómo está escrito que por las sensaciones que produce. Lo mejor, la escena de Clarimonda alimentándose del protagonista y lamentándose mientras le supone dormido.
«El guardavías», de Charles Dickens - 7. De trama sencilla y algo previsible, me han gustado la atmósfera, el ritmo, perfecto para la extensión del cuento, y los misteriosos personajes.
«Schalken el pintor», de Joseph Sheridan Le Fanu - 7. No se acerca a su obra maestra, pero es un relato ágil y bien escrito, los personajes están logrados, y el ambiente, también; y el final, ambiguo y dejado a la interpretación del lector, enlaza perfectamente con el cuadro del comienzo.
«La araña cangrejo», de Erckmann-Chatrian (Émile Erckmann y Alexandre Chatrian) - 5. Por un lado, se lee bien y es entretenido; por otro, te engañan contando cómo pájaros y otros animales de mayor tamaño se lanzan hacia la caverna atraídos por algo... y luego pasan de la atracción y la causa de las muertes es una araña gigante; y se la cargan en dos párrafos. Buenas narración y descripciones; argumento regularejo.
«Una cama terriblemente extraña», de Wilkie Collins - 6. Despista: esperas terror y situaciones sobrenaturales y resulta una intriga casi policial bastante predecible. Algún día le echaré un ojo a Piedra lunar.
«¿Qué es eso?», de Fitz-James O'Brien - 6. Se deja leer y me hicieron gracia los colegas porreros-filosóficos. La conclusión hace reflexionar sobre cómo tratan al bicho invisible y si hubiera sido posible, y mejor, hacer algo distinto.
«Los muertos se vengan», de Claude Vignon - 7. Buen desarrollo de la idea del sentir después de la muerte con algún pasaje exagerado (el más notorio, el monólogo del muerto). Se disfruta a pesar de no ser muy original ni tener un estilo destacable.
«El clan de los parricidas», de Ambrose Bierce - 7. Compuesto por cinco sátiras contra la propia humanidad, rebosa humor negro y cinismo y está escrito de forma directa y desenfadada, suavizando lo macabro de los argumentos. Lo leí con interés y me provocó alguna sonrisa, pero no me cautivó como esperaba... estaré cansado de lo cínico y lo misantrópico, quién sabe. Ya veremos si El Diccionario del Diablo o ¿Pueden suceder tales cosas? me impresionan más.
«Los dualistas», de Bram Stoker - 7. No me esperaba algo tan cruel de este escritor, la verdad. Un poco de humor negro y algunas coincidencias exageradas no lo hacen más llevadero, y mientras Bierce juega a criticar al ser humano, Stoker simplemente narra los hechos hasta un desenlace no por esperado menos bestia. Fiel reflejo de la vida que los dos amigos poderosos sean recompensados cada vez en lugar de reprendidos o juzgados, por cierto.
«Junto a un muerto», de Guy de Maupassant - 7. Una tontería si se quiere, y sin embargo causa intranquilidad sin recurrir a lo sobrenatural. Mediante la sugestión, los dos personajes cada vez están más asustados, como nos ocurriría a muchos en la misma situación. Relato breve y sin florituras, bien contado.
«El ladrón de cadáveres», de Robert Louis Stevenson - 7. Una sobresaliente presentación, unos personajes y argumento trabajados y una manera elegante de narrar sin llegar a ser empalagosa me hicieron pensar en empezar con los cuentos completos de Stevenson ya mismo. Una pena el giro desde las cuestiones éticas, la supervivencia, las necesidades de la medicina de la época y los hombres sin escrúpulos hacia ese desenlace de serie B... o quizá no estaba yo muy receptivo a los sustos fáciles e inexplicables de última hora.
«Pues la sangre es vida», de Francis Marion Crawford - 6. Un cuento de terror típico que no me ha dicho demasiado más allá de estar escrito con oficio y tener una trama entretenida, lo cual no es moco de pavo.
«John Barrington Cowles», de Arthur Conan Doyle - 6. Mejoraría sin tanta fuerza mental y si el mal fuera menos caprichoso. Por lo demás, correcto.
«El grabado», de M.R. James - 9. Perfecta en su ejecución, cautivadora y misteriosa, me parece el ejemplo definitivo de las antiguas narraciones inglesas de fantasmas en su versión «clásica y sutil». Otro autor que me apunto (y del cual tengo un libro pendiente).
«La pata de mono», de W.W. Jacobs - 8. Un relato casi de terror psicológico, medido y con un final destacable. Me ha recordado al de «Las ratas del cementerio» (no sé bien por qué) y tengo la impresión (también sin un fundamento claro) de que puede ser el único notable del Jacobs este tal y como pasó con Kuttner... Un fallito: en esta edición falta texto (una página o unas cuantas frases al principio en las cuales el brigadier explica por qué tiene la pata de mono y la arroja al fuego, de donde es rescatada por el señor White, y de ahí su «adquisición»). Sirvió de inspiración para el Cementerio de animales del King, y para muchas más historias, y está incluida en la Antología de la literatura fantástica de Borges, Bioy Casares y Ocampo, así que con el tiempo la volveré a leer en traducción argentina y, esperemos, completa. Ah, tiene un homenaje en el capítulo de los Simpson «La casa-árbol del terror II»... habrá que verlo otra vez.
«Intercambio mutuo, Sociedad Limitada», de Arthur Quiller-Couch - 7. Enredos fantásticos sin sorpresas, algo de aventura y final feliz. No da miedo, pero es ameno.
«La novela del polvo blanco», de Arthur Machen - 6. Pues no me ha parecido nada del otro mundo... Lo había leído como «Vinum Sabatti» en Los Mitos de Cthulhu (no estuve seguro hasta terminarlo) y me ha vuelto a pasar: veo absurdas muchas situaciones y no me dejo llevar (el doctor sabe lo de la mano del otro y no avisa a la hermana; al final mata al hermano y se va tan pancho, dejando a la otra el marrón; luego dice que le queda poco de vida y, sí, la palma sin motivo; el polvo blanco se crea al azar y de pura casualidad sin ninguna duda mejor que con instrumentos científicos; lo oculto es lo auténtico y el materialismo está equivocado porque lo dice uno en una carta; etc.). Sería un pionero en describir un monstruo de aspecto gelatinoso, y en verdad su patetismo es lo más notorio, pero el resto no está muy bien hilado.
«La extraña cabalgada de Morrowbie Jukes», de Rudyard Kipling - 7. Más de intriga que de terror y con lo sobrenatural presente tan solo indirectamente en las creencias de los personajes, esta aventura de un colono británico en un lugar muy especial de la India tiene un protagonista con las supuestas virtudes de los sahib de la época (honor, poder, inteligencia, fuerza) y también con sus defectos (racismo, soberbia, machismo y crueldad con los animales). Estos últimos están bastante marcados, creo, por gusto del escritor, un repugnante «hijo de su época» alineado con el pensamiento dominante en su versión más rancia. Por suerte, no hay discursos ni aleccionamientos de esas mierdas aparte de las actitudes del gentleman y del brahmín coprotagonista, estereotipadas pero perfectamente mezcladas con la trama del relato, bien escrito, sugerente y con algo de humor incluso.
«La maldición de los fuegos y las sombras», de W.B. Yeats - 7. Para mi sorpresa, una narración de maldiciones religiosas me ha dejado satisfecho. Tiene aire de leyenda y un buen final.
«El fantasma inexperto», de H.G. Wells - 6. Este daba la impresión de ser cómico y sin embargo termina dominando el terror, dentro de lo que cabe. Pasa de lo humorístico a lo trágico sin brusquedad y consigue crear cierta intranquilidad; a lo sobrenatural le añade una pizca de racionalidad e investigación, y tiene una extensión justa y un desenlace resultón (hoy en día previsible). Lo malo: flojea en ambientación y personajes, y esto hace que se lea desde la distancia.
«La habitación de la torre», de E.F. Benson - 7. El sueño recurrente transformado en realidad me ha recordado un poco al de «Los ojos ambarinos», del libro Miedo en los ojos, que me impresionó de pequeño y ahora redescubro (se me había vuelto a olvidar) que es de Henry Kuttner, cuyos cuentos de ciencia ficción leí hace no mucho y me decepcionaron, quizá por esperarlos similares a su excelente «Las ratas del cementerio», recogido en la antología clásica Los Mitos de Cthulhu... En fin, volviendo a la historia de Benson, el argumento y el ambiente me han llamado la atención, tiene detalles curiosos (la gente en el sueño va envejeciendo y cambiando; la casa, primero de un conocido, luego es de otro amigo; en la parte final no se sabe al principio si es un sueño o no) y termina con un susto no por esperado menos bueno. La muerte de Julia Stone, un tanto absurda, y la explicación última con hechos incomprensibles son lo menos conseguido, aunque no empañan el resto.
«Sredni Vashtar», de Saki - 8. Destacan, además de ese dios memorable, las descripciones de las acciones y los pensamientos de Conradin, en especial cómo inventa el ritual y la espera mirando al cobertizo. Gasta mala hostia el Saki, y bastante humor negro. Por lo visto, Tom Sharpe le consideraba un maestro; leeré algo más de él (bueno, de los dos).
«Una voz en la noche», de William Hope Hodgson - 8. Más horrores marinos (en puridad, fúngicos) de este hombre, muerto en la Primera Guerra Mundial igual que el del relato anterior, y de nuevo me atraen. Hay imaginación, un estilo clásico de aventuras con un poso de oralidad y unos personajes totalmente creíbles a diferencia de los algo acartonados de otras obras suyas (y en esta se nota la influencia que tuvo en Lovecraft).
«El síncope blanco», de Horacio Quiroga – 6. La idea de los templos es curiosa e imaginativa y envuelve bien la historia de amor imposible, pero todo ocurre rápida y superficialmente. Le falta fuerza y le sobran explicaciones.
«El comerciante de ataúdes», de Richard Middleton - 4. Soso y con un desarrollo trillado. El peor del libro.
«El hombre árbol», de Henry S. Whitehead - 6. Aventura colonial llevadera con un buen desenlace. Me ha gustado el tratamiento positivo de los ritos de los «negros», y no tanto las referencias y teorías raciales que, menos mal, no son apologéticas sino más bien descriptivas.
«Ante la ley», de Franz Kafka - 5. Acertada y breve parábola sobre la justicia y la dificultad del individuo para ejercitarla debido al control de sus «guardianes». Además de ser un relato independiente, parece que forma parte de una novela suya, El proceso, que espero no sea tan metafórica y tibia como esto o tendré que dejarla para los lingüistas y aficionados al análisis literario: mi época de fliparme con sermones velados, alegorías y filosofadas ya pasó.
«La máscara de plata», de Hugh Walpole - 6. No está mal. Terror psicológico bastante correcto con un ligero déficit de intensidad.
«Calor de agosto», de W.F. Harvey - 7. Si el protagonista hubiera leído algunas páginas de esta colección, no se habría quedado esperando con el escultor de su boceto después de ver la lápida con su nombre y la fecha... Admirable historia con reminiscencias de la clásica «Cita en Samarra».
«La llamada de Cthulhu», de H.P. Lovecraft - 9. Lovecraft también es el mejor.
«El valle de lo perdido», de Robert E. Howard - 6. Entretenida mezcla pulp de wéstern y terror con demasiadas justificaciones y no muy coherente en la parte «de miedo», dinámica en la de los vaqueros y algo esquemática en general.
«Grillos», de Richard Matheson - 6. Es difícil tomárselo en serio (¿grillos asesinos en comunicación con los muertos?) y la estructura es muy típica (personaje amenazado avisa a los protagonistas; no le creen; muere; ellos van a ser los siguientes), pero está bien narrado y encima es cortito.
«Mater Tenebrarum», de Pilar Pedraza - 7. Una fábula entre macabra y costumbrista escrita de forma pintoresca y con atmósfera de terror gótico de la que me ha gustado su originalidad, en especial en lo referente al estilo.