Cien poemas clásicos de la literatura española



  • Leído en: 2017.
  • Escritor: VV.AA.
  • Género: Poesía.
  • Año de publicación: 2014.
  • Sinopsis: Cien poemas imprescindibles de la literatura española de todos los tiempos, desde la Edad Media hasta el siglo XX. Te presentamos los clásicos más populares: Quevedo, Bécquer, Espronceda... organizados cronológicamente y con una breve introducción a la vida y obra de cada uno de estos genios de la literatura y su contexto histórico. Poemas, fábulas o teatro en lo que pretende ser un libro de introducción a cuanto de bello se ha escrito en verso en nuestro idioma.


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    Con un bagaje pobre (las Coplas a la muerte de su padre y El rayo que no cesa, además de poemas sueltos y lo poco que recuerdo del instituto), quería leer poesía clásica en castellano para hacerme una idea general, y este libro es suficiente, pero no trae ninguna nota y la presentación de los poetas es algo simple. La selección parece buena, por otra parte, y me ha dejado más o menos satisfecho y con ganas de profundizar en las obras de algunos (y de olvidarme de las de otros).


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    [No sigas si no has leído el libro:
    a partir de aquí desvelo el argumento]

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    Leyendo a Gonzalo de Berceo me imaginaba a un rapero cantando un poema suyo y me descojonaba (el de «Era un simple clérigo pobre de clerecía, / dicie cutiano misa de la Sancta María, / non sabia decir otra, diciela cada día, / más la sabia por uso que por sabiduría» en concreto). A algunos me acerqué con miedo y no fue mal el asunto: el Arcipreste de Hita me pareció divertido, las fábulas de Félix María de Samaniego son entretenidas (quién lo iba a decir), de Góngora me llamó la atención la poesía corta (la Égloga, por el contrario, tenía buenos versos, pero era de un enrevesado...) y los santos no me llevaron por la vía de la amargura, ya que la de «muero porque no muero» de Santa Teresa de Jesús está bien a pesar de la gilipollez del trasfondo y el «Cántico espiritual» de San Juan de la Cruz tiene fragmentos interesantes (entre ellos unos de la canción «Tan hermoso» de Siniestro, y eso da puntos). Entre las decepciones, Bécquer, con rimas un tanto exageradas [mi yo del futuro dice que ya sabré apreciarlas cuando las lea detenidamente y con más información], y Rubén Darío, del cual solo he disfrutado «La princesa está triste». Lope de Vega fue llevadero, y de Garcilaso rescato la Égloga (el resto, ni fu ni fa). Me sigue encantando la típica de Quevedo («Cerrar podrá mis ojos la postrera...») y soporto sus poemas cortos (en cambio una epístola a un conde que tiene... pfff) y la «Canción del pirata» de Espronceda me gusta mucho; y a Machado y Lorca me los apunto para leer cosas suyas.