Al final de la oscuridad
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Aunque no empieza mal, y el del cerdo es un capítulo emotivo y mi favorito (pese a un desenlace forzadillo), luego las historias se vuelven repetitivas; no hay trama y nada compensa su ausencia; los trucos son rutinarios; el estilo, corriente; las ideas, prestadas y sosas; el mundo que describe, completamente inverosímil; los personajes, calcados y planos (y muchos, ridículos*); todo resulta demasiado obvio y trillado y, entre la indiferencia que me producen los sucesos y quienes los sufren y el machaque de la constante repetición de temas y situaciones, un par de momentos ligeramente esperanzadores terminaron sepultados por unos finales muy tibios y la monotonía general... y por varias partes que me han aburrido soberanamente**.
No es un libro malo, por cierto, y tendrá su público. A mí no me convence.
No es un libro malo, por cierto, y tendrá su público. A mí no me convence.
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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*: Dicen cositas como: «volver no es una opción» y justo después «si no hay nada para nosotros, tendremos que volver»; o «quizás reflexionaría más sobre esto si fuese filósofo», o «los lunares y las pecas bailan alrededor de tu ombligo como un cuadro de Jason Pollock» (no voy a seguir poniendo metaforillas cutres porque lleno la reseña). La traducción puede que ayude.
**: No lo he dejado en el viajecito espacial por los pelos, lo digo en serio (¿y encima usan constelaciones para situar los planetas por los que van pasando? Pfff...). Y sigue con un relato ñoño casi igual de soporífero. La caída en picado la salva el chaval de la imprenta, si bien su cuento acaba de un modo descafeinado y tras él vuelve el tedio.
No se me olvida esa espiritualidad empalagosa, las referencias culturales de pega, la multitud de anécdotas banales y una sensación de estar leyendo algo simplemente correcto con algunos pasajes buenos y bastantes baches, uno poco menos que terminal... No repetiré.
**: No lo he dejado en el viajecito espacial por los pelos, lo digo en serio (¿y encima usan constelaciones para situar los planetas por los que van pasando? Pfff...). Y sigue con un relato ñoño casi igual de soporífero. La caída en picado la salva el chaval de la imprenta, si bien su cuento acaba de un modo descafeinado y tras él vuelve el tedio.
No se me olvida esa espiritualidad empalagosa, las referencias culturales de pega, la multitud de anécdotas banales y una sensación de estar leyendo algo simplemente correcto con algunos pasajes buenos y bastantes baches, uno poco menos que terminal... No repetiré.