Las cosas que perdimos en el fuego



  • Leído en: 2020.
  • Escritor: Mariana Enríquez.
  • Género: Terror.
  • Año de publicación: 2016.
  • Sinopsis: El mundo de Mariana Enriquez no tiene por qué ser el nuestro, y, sin embargo, lo termina siendo. Bastan pocas frases para pisarlo, respirarlo y no olvidarlo gracias a una viveza emocional insólita. Con la cotidianidad hecha pesadilla, el lector se despierta abatido, perturbado por historias e imágenes que jamás conseguirá sacarse de la cabeza.


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    Me gusta cómo escribe, con un tono realista, capacidad descriptiva, personajes interesantes en narraciones coherentes, atmósferas logradas, mucha ambigüedad, un terror suave entremezclado con otros más cotidianos y cierta crítica a la sociedad. Las historias, situadas todas en Argentina y en su mayoría protagonizadas por mujeres, tienen sustancia, hacen pensar y se recuerdan tiempo después de haberlas leído.


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    [No sigas si no has leído el libro:
    a partir de aquí desvelo el argumento]

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  • «El chico sucio» - 8. Verosímil, crítico (además de la indiferencia de los acomodados, eso de creerte parte de algo chungo sin serlo en realidad... «postureo», dirían ahora) y singular, con personajes definidos y buen ritmo. Un problemilla: no entiendo los «se los di» de la madre al final. ¿Se dice así coloquialmente en Argentina y les dio sus hijos a los santos o a los narcos? ¿Es una expresión como, por ejemplo, «les puse de vuelta y media» y se refiere a que les hizo algo? Sea como sea, el horror subyacente es verosímil, y el relato, notable.

  • «La Hostería» - 7. En esta ocasión lo sobrenatural es el revivir un suceso ocurrido en la Hostería en tiempos de la dictadura, como si el edificio hubiera quedado hechizado y las niñas desencadenaran las fuerzas con sus acciones; más peliculero pero muy bien contado el momento.

  • «Los años intoxicados» - 7. Aquí destaca la recreación de la conducta adolescente (la de la época me convence sin conocerla) y el sutil influjo de la desconocida en la actitud de las protagonistas.

  • «La casa de Adela» - 8. La trama es tradicional en este caso (una casa encantada, leyendas urbanas...) y sin embargo resulta original e intrigante.

  • «Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo» - 7. ¿Clavará Pablo el clavito? El título dice que sí, aunque quizá solo sea el principio del trabalenguas...

  • «Tela de araña» - 6. Este no es tan convincente, ni por la forma ni por el desarrollo con esa desaparición tan oportuna y aleatoria y varios detalles postizos, pero se lee bien.

  • «Fin de curso» - 7. Aunque no sorprende demasiado, está bien llevado y tiene una curiosa aura malsana.

  • «Nada de carne sobre nosotras» - 7. Salpicado con humor, de nuevo están conseguidos el ambiente y la escritura, y vuelven a quedar en el aire las implicaciones terroríficas o macabras.

  • «El patio del vecino» - 8. ¿Se imagina las cosas la protagonista porque está loca y toma medicación o no? Si lo hiciera, explicaría lo del chico delgado atado con una cadena (por su trabajo con niños necesitados y la negligencia que cometió), las referencias sexuales en los libros del vecino y en el chaval (por la situación con su novio), los golpes en la puerta de noche y los demás disparates. Si todo es real como pienso..., ufff. Un cuento tenso y con un macabro desenlace de pesadilla; mi favorito.

  • «Bajo el agua negra» - 8. Buena historia lovecraftiana con un argumento apañado y tensión a la cual le perdono un par de prisas e incoherencias en nombre de Cthulhu nuestro señor.

  • «Verde rojo anaranjado» - 7. Triste, logrado e hikikomórico, el menos fantástico de todos.

  • «Las cosas que perdimos en el fuego» - 8. ¿Distopía feminista? ¿Terror sectario? ¿Drama social de fantasía? Difícil de clasificar, se va leyendo con la sensación constante de estar a punto de quedarse fuera, siempre a la espera de un desbarre en exceso inverosímil que al final no llega. Quizá el relato más extraño de la antología este de la Mujeres Ardientes.