Todo lo que muere



  • Leído en: 2020.
  • Título original: Every Dead Thing.
  • Escritor: John Connolly.
  • Género: Criminal.
  • Año de publicación: 1999.
  • Serie: Charlie Parker I.
  • Sinopsis: Una noche, Charlie «Bird» Parker, inspector del Departamento de Policía de Nueva York, discute por enésima vez con su mujer y sale a tomar unas copas; cuando vuelve a casa, se encuentra a su mujer y a su hija de tres años salvajemente asesinadas. Entre los sospechosos figura el propio Parker, pero el crimen no podrá resolverse. Incapaz de superar los sentimientos de culpabilidad y expulsado del cuerpo de policía, Parker se convierte en un hombre atormentado, violento y deseoso de venganza.


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    La novela negra moderna se me atraganta, o eso parece tras leer una revestida de ciencia ficción y ahora repetir con otra, bastante macabra y con guiños a lo paranormal, y haberme dejado ambas indiferente. Y eso que esta tiene su intriga, los protagonistas están bien dibujados y transmite la historia como si se estuviera viendo una película... o quizá debería decir leyendo su guion, ya que ese ha sido mi principal problema: no he podido meterme completamente en ella, y no por el estilo, correcto, ni por lo duro de algunas situaciones, sino por falta de naturalidad, una estructura irregular y un exceso de descripciones, tiroteos, marcas comerciales, chascarrillos, subtramas y personajes secundarios. De todos modos, me ha tenido entretenido (a ratos) y podría animarme con alguna secuela si el escritor afina sus artes y me apeteciera un libro de acción policial y misterio para pasar el rato, aunque hay tanto por leer...


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    [No sigas si no has leído el libro:
    a partir de aquí desvelo el argumento]

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    El argumento es típico (policía alcohólico con mujer e hija perfectas deja el cuerpo tras perderlas y ser sospechoso de su muerte; se hace investigador privado, va por la vida entre deprimido y chulesco y utiliza medios poco ortodoxos; obsesionado con el crimen de su familia, se mete en un caso que casualmente termina relacionado con eso; tiene amigos malotes aunque majos que le ayudan sin reparos; se enamora de otra y el sentimiento es recíproco y a la vez complicado; y al final el asesino es un amigo suyo, ¡sorpresa!); y los añadidos (poderes paranormales, muertes bestias descritas al detalle, pseudofilosofía) parecen una capa de pintura para compensar los clichés y las frases hechas. Además, hay un bajón de ritmo hacia la mitad, cuando encuentran a la chica. Acaba recuperándose, pero podría haberse condensado el asunto o haber dividido el libro en dos perfectamente. Porque uno de los lastres principales es, precisamente, el irse por las ramas: batallitas de gente que no vuelve a aparecer contadas con minuciosidad; constantes detalles y juicios sobre la vestimenta y el aspecto de todo el mundo (se describe hasta a sí mismo el Charlie este... una que me hizo gracia: «llevaba las uñas muy cortas y muy limpias, pero sin manicura»); pormenorizaciones de todos los escenarios; innecesarias menciones de marcas de multitud de cosas (coches, armas, ordenadores, whisky, café, trajes, corbatas) que a veces se utilizan para nombrarlas directamente («un descapotable y tres Explorers negros», «nos apuntaban con sus Heckler & Koch HK53 de culatas replegadas») y añadir de paso información superflua (¿importa que sean «HK53 de culatas replegadas» o solo queda molón?), etc.

    El otro gran obstáculo es cierta ausencia de verosimilitud. Si el resto funciona, no suele ser muy importante; aquí, destaca. Para empezar, Charlie está siempre en el meollo y todo se desarrolla a su alrededor sin que se sepa bien por qué; no sufre represalias por matar (al tío aquel de los lavabos; a los del cementerio, donde la autoridad también se olvida de su novia; a los que se carga cuando participa, justificado de aquella manera, en el asalto a la casa del mafioso, un ejemplo, por cierto, de trama poco creíble y de desvío del hilo conductor); el romance con Rachel tampoco es muy verosímil; ni que Louis y Ángel le ayuden en temas tan graves dejando sus vidas de lado, y varias cosillas más. Hasta las disquisiciones filosóficas y los motivos del asesino, adivinados al dedillo por Rachel, suenan un pelín falsos. Ah, y la revelación de Woolrich como el malo malísimo puede sorprender, pero incluso lo hace más que cite a Charlie después de secuestrar a Rachel... ¿tan listo y no sabe que se lo va a contar a los demás? Y encima con tonterías de voy a mataros y luego desapareceré porque soy la hostia y conozco el funcionamiento del sistema y blablablá (antes de desmayarse, el protagonista escucha a la policía llegando... y el otro ya está muerto). En cuanto a por qué eligió a Charlie y la forma de dominar al cómplice, no se explica nada y no se intuyen causas convincentes.

    Entre lo bueno, aparte de lo mencionado más arriba, me quedo con lo dinámico de ciertas escenas y una traducción notable. Si no hubiera tantos lugares comunes ni digresiones, otro gallo cantaría. Probaré algún día con los clásicos para comprobar si definitivamente no es lo mío el subgénero o solo la vertiente más actual.