Melmoth el errabundo



  • Leído en: 2019.
  • Título original: Melmoth the Wanderer.
  • Escritor: Charles Maturin.
  • Género: Terror.
  • Año de publicación: 1820.
  • Sinopsis: En plena decadencia de la «novela gótica», cuando ya parecía que sus recursos estaban totalmente explotados, apareció como un «canto de cisne» la obra cumbre del género, Melmoth el errabundo, escrita por un excéntrico clérigo irlandés: Charles Robert Maturin (1782-1824). Publicada en 1820, esta obra lleva a su cima la representación de la concepción gótica de la existencia, subrayando los aspectos más terribles y problemáticos de la vida humana, sin concesiones.


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    No me extraña que la consideren una de las mejores novelas góticas, porque es una maravilla siniestra y elegante. La forma de escribir del Maturin hace interesante cualquier cosa que cuente, y la historia te atrapa y por momentos emociona cuando llevas un buen rato leyendo sin distracciones y tienes el ánimo adecuado... hay que concentrarse, vamos; no cabe otra actitud ante el estilo decimonónico y dramático en ocasiones al borde de la exageración, el racionamiento de información sobre el asunto principal, los rodeos (relatos dentro de otros hasta casi perder la cuenta) y el hincapié en la religión; por no hablar de las múltiples referencias: epígrafes sin traducir (los del inglés, bien, pero los latinos y sobre todo los griegos en su propio alfabeto, ufff), citas también en varios idiomas, alusiones a otras obras... que complican un poco la lectura, aunque solo hasta donde quiera el lector. Me imaginaba algo distinto en cuanto a argumento y estructura, la verdad, y requiere cierto esfuerzo, pero me ha gustado mucho y ya estoy deseando dar con otro libro parecido.


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    [No sigas si no has leído el libro:
    a partir de aquí desvelo el argumento]

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    Hay mucha charla religiosa (no en vano el Maturin era sacerdote), aunque normalmente no molesta ni aburre, salvo quizá al final por reiteración y porque se centra más en ese tema. Por ejemplo, las cuestiones eticorreligiosas del atormentado Alonso tienen su miga en contraposición a las normas eclesiásticas y de los monjes y sus intereses espurios; las frases y sentencias moralizantes no lo son en exceso y muchas veces tienen sentido; y no anda muy desencaminado en general cuando el cristianismo resulta la mejor opción al compararlo con terceras creencias en un pasaje (arrima el ascua a su sardina, el tío). Además, el humor negro y las puyas a la iglesia católica son muy de mi agrado, por más que estas últimas ensalcen otra superchería como es el protestantismo, y compensan los contados excesos de espiritualidad.

    Entre mis partes preferidas, aparte de la del convento casi entera, están la desaparición de Isidora y cómo la prepara el escritor, la boda con Melmoth en esa ermita (muy gótico todo) y la mano «fría como la de la muerte» que los une, el drama de época de Elinor y sus parientes y el sueño de Melmoth y su relación con el desenlace. Los capítulos en la isla de Immalee se me han hecho más lentos y tienen algunas chorradillas y tópicos; a pesar de esto, se disfrutan y la trama se recupera rápidamente. Es un acierto no explicar el secreto del protagonista e ir describiéndole por lo que los demás cuentan de él, y el final abierto no le sienta nada mal; tal vez lea algún día la continuación de Balzac.