Brujería
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«Con un cuadro de Waterhouse en la cubierta y otro casi nada más abrirlo no puede ser malo», pensé al comienzo. Y no lo es sobre todo por las ilustraciones. Los textos, en cambio, se quedan cortos. Para empezar, no hay temas determinados que se desarrollen en profundidad y la estructura del volumen es muy difusa: me da la impresión de que tendría que leerme otros para conocer de verdad lo que aquí se insinúa, y la división en capítulos la veo arbitraria y sin que encaje especialmente con el contenido. Además, se trata la brujería como objeto de estudio… y a la vez como algo real (en el sentido de que su práctica funciona más allá de como reivindicación o elección estética o vital), y el resultado no puede ser más absurdo; y los reiterativos mensajes de brujas modernas que explican sus formas de practicar el arte serían una curiosidad o harían gracia si hubiera dos o tres y no cincuenta. También me ha cansado la repetición de ciertas ideas; y la vaguedad en la descripción de otras resulta frustrante (claro que para un descreído materialista como yo sería más risible aún que esas brujas que se toman en serio la magia y escriben misteriosamente sobre energías, conocimientos secretos, conexiones con la tierra, instrumentos mágicos, la diosa y demás patriciadas aclarasen a qué se refieren exactamente e intentaran probar la veracidad de sus afirmaciones y la utilidad de sus conjuros). Pero bueno, dejaré de lado la charlatanería y las inexactitudes, que en realidad yo lo compré por los santos y, aunque la información sobre estos es básica (título tal, autor cual, año pascual y dos líneas de comentario) y en la variedad no siempre está el gusto, han cumplido sobradamente; y la edición es buenísima, y el libro, precioso; y lo he leído con agrado, salvo en ocasiones, por mucho que le encuentre mejoras a lo escrito. Una lástima que no haya sido capaz de embrujarme.
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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Mira que poner una reproducción de La bola de cristal, de John William Waterhouse, y decir que en ella aparece un cráneo… y que no sea cierto. Por lo visto, un propietario de la obra original pintó encima de él y otro posterior lo restauró; ya podían haber usado la imagen buena.

