Meridiano de sangre
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Y comenzó el libro receloso y no había rayas de diálogo ni comillas y faltaban comas y era como el otro pero en el Oeste y por qué estaba leyendo esto que ni le iba ni le venía y tanto escupir y balas cónicas y descripciones y meridianos y un larguísimo y anodino viaje sin rumbo y sin final aparente y de pronto en el ecuador un capítulo sobre cómo se conocieron dos personajes y por fin emoción y la historia seguía interesante aunque con la amenaza creciente de caer de nuevo en la banalidad como una puesta de sol cuyos colores se van diluyendo hasta su ausencia reminiscente de la oscuridad primigenia que un día acogerá nuestras almas. Y muertes y cabalgadas y monotonía y superficialidad específica aislada del conjunto y todavía más muertes y tristemente se cumplió la profecía mientras continuaban las rarezas y los excesos y las muertes y los éskeres y las estrellas y las constelaciones y las divagaciones pseudofilosóficas y las referencias y la variedad de tribus indias y de animales y plantas y de palabras rebuscadas y de artificiosos párrafos con vocación de artísticos y cuando ya se resignaba al regreso del aburrimiento en el último cuarto se encontró con un segundo monoclinal de entusiasmo sobre el inmenso desierto de sopor e indiferencia que le condujo aliviado al desenlace. Y a la decisión de no volver a intentarlo.