El fantasma y la señora Muir
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Entretenida historia, aunque no destaca en ningún aspecto y resulta muy anticuada en varios. Me quedo con algunos pasajes emocionantes, un par de gracias y su brevedad y ligereza; por lo demás, le falta valentía y estilo para tener verdadero encanto.
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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¿Que Lucy se enamora del fantasma? No he leído yo eso. Al revés, puede (a saber cómo funcionan las cosas en el más allá), pero la protagonista solo parece aceptarle y compartir la casa con él, no siente atracción física ni intelectual ni espiritual, y no dice que lo ama ni una sola vez (bueno, ella qué sabrá... se lo tendrán que explicar [y a mí también]; o puede que no fuera aceptable mencionarlo). No veo el supuesto romanticismo por ninguna parte, vamos.
Los personajes, aparte de clichés, son insípidos, molestos o directamente odiosos, sin profundidad o interés que los redima (unas hostias le daba yo al hijo meapilas, y no de las que le gustan), incluido el capitán, por mucho que sus diálogos e intervenciones estén entre lo mejor del libro. Hay un tufillo reaccionario en cada uno, machista, clasista o religioso, excepto tal vez en la criada, sin matices y hasta con un tono aleccionador en ocasiones. Una decepción que Lucy sucumba, por cierto; pensé que iba a madurar de verdad y a servir de contrapunto a tanta gilipollez... y al contrario, se une a la subnormalidad con alegría y devoción (los pobres no tienen tantas preocupaciones como los ricos, claro, y el obispo es la polla en vinagre y no un camello quemalibros porque fíjate con qué abnegación se dedica a lo suyo).
En fin, se disfruta mientras se lee y tiene sus aciertos (el desenlace, por ejemplo), si bien está lejos de la perfección y palidece frente a mi lectura preferida sobre vida cotidiana de una mujer sin pareja, sacerdotes y amores y pensamientos arcaicos. Con una pizca de riesgo, edición y alguien mínimamente progresista al timón, podría haber sido una maravilla. Quizá la película lo sea
Los personajes, aparte de clichés, son insípidos, molestos o directamente odiosos, sin profundidad o interés que los redima (unas hostias le daba yo al hijo meapilas, y no de las que le gustan), incluido el capitán, por mucho que sus diálogos e intervenciones estén entre lo mejor del libro. Hay un tufillo reaccionario en cada uno, machista, clasista o religioso, excepto tal vez en la criada, sin matices y hasta con un tono aleccionador en ocasiones. Una decepción que Lucy sucumba, por cierto; pensé que iba a madurar de verdad y a servir de contrapunto a tanta gilipollez... y al contrario, se une a la subnormalidad con alegría y devoción (los pobres no tienen tantas preocupaciones como los ricos, claro, y el obispo es la polla en vinagre y no un camello quemalibros porque fíjate con qué abnegación se dedica a lo suyo).
En fin, se disfruta mientras se lee y tiene sus aciertos (el desenlace, por ejemplo), si bien está lejos de la perfección y palidece frente a mi lectura preferida sobre vida cotidiana de una mujer sin pareja, sacerdotes y amores y pensamientos arcaicos. Con una pizca de riesgo, edición y alguien mínimamente progresista al timón, podría haber sido una maravilla. Quizá la película lo sea