Sé quién eres
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Decepcionante. El misterio y un comienzo prometedor han acabado transformándose en tedio e incredulidad. El libro, muy peliculero y con poca sustancia para mi gusto, tiene unos personajes algo idiotas, una repetición constante de momentos de supuesto terror y una trama de las que por un lado se cierran satisfactoriamente y por el otro hacen agua. La edición es casi perfecta, eso sí, y es de agradecer. Leeré más libros de la editorial si me cuadra, aunque no de la escritora... no me va su estilo mecánico, demasiado interesado en explicar de más y con un modo cansino de examinar cada decisión, afirmación, pensamiento, idea o diálogo, contemplando las alternativas de forma lógica pero reiterativa y divagante (me pongo a la faena de imitarla, con cliffhanger ominoso de final de capítulo incluido):
«A Katrín le apeteció de pronto ir en autobús y no tener que concentrarse en conducir, pero decidió no hacerlo porque la parada estaba lejos y llegaría tarde. Aunque le habría gustado coger el 605 y disfrutar de las vistas del mar, era una idea ridícula: ya llegaba justa en coche y el paseo marítimo estaría atascado a esas horas. Además, debía recoger a Lív y ella odiaba el transporte público. A Katrín le parecía una experiencia renovadora que le despejaba la mente, y se preguntó si un viaje de ese tipo, por corto que fuera, le ayudaría a dar con la solución del problema que la angustiaba. No tenía ninguna certeza de que fuera así, y quizá solo conseguiría obsesionarse; las estadísticas del nuevo journal de psiquiatría indicaban que posiblemente sucedería esto último, si bien no se podía descartar lo contrario. Daba igual: no tenía tiempo para experimentarlo. Cogió las llaves y se dirigió a la cochera. Siempre había pensado que los automóviles deben recogerse en un lugar cerrado. Quizá porque de niña sufrió el robo del todoterreno familiar en una calle poco transitada. Le había atormentado no saber dónde podría estar, si los ladrones tendrían buen corazón y lo aparcarían bajo techo o si en cambio lo abandonarían a las inclemencias del tiempo. Cuando creció, le fue más fácil sobrellevarlo, pero aun así se habría sentido mejor sabiendo que habían encontrado su antiguo 4x4 y que estaba a salvo. Aunque dudaba de que así fuera, igual que no dan con los cientos de vehículos robados cada año hasta que es demasiado tarde. Al pasar frente a la puerta del trastero oyó un crujir de madera que la sobresaltó y lo que parecía un susurro o una risa ahogada. Entró a inspeccionar. No tardó en arrepentirse.»
En realidad, no hay nada de verdad malo y se puede pasar un buen rato con la historia; yo lo hice al principio y no me fue mal hasta el último tercio.
«A Katrín le apeteció de pronto ir en autobús y no tener que concentrarse en conducir, pero decidió no hacerlo porque la parada estaba lejos y llegaría tarde. Aunque le habría gustado coger el 605 y disfrutar de las vistas del mar, era una idea ridícula: ya llegaba justa en coche y el paseo marítimo estaría atascado a esas horas. Además, debía recoger a Lív y ella odiaba el transporte público. A Katrín le parecía una experiencia renovadora que le despejaba la mente, y se preguntó si un viaje de ese tipo, por corto que fuera, le ayudaría a dar con la solución del problema que la angustiaba. No tenía ninguna certeza de que fuera así, y quizá solo conseguiría obsesionarse; las estadísticas del nuevo journal de psiquiatría indicaban que posiblemente sucedería esto último, si bien no se podía descartar lo contrario. Daba igual: no tenía tiempo para experimentarlo. Cogió las llaves y se dirigió a la cochera. Siempre había pensado que los automóviles deben recogerse en un lugar cerrado. Quizá porque de niña sufrió el robo del todoterreno familiar en una calle poco transitada. Le había atormentado no saber dónde podría estar, si los ladrones tendrían buen corazón y lo aparcarían bajo techo o si en cambio lo abandonarían a las inclemencias del tiempo. Cuando creció, le fue más fácil sobrellevarlo, pero aun así se habría sentido mejor sabiendo que habían encontrado su antiguo 4x4 y que estaba a salvo. Aunque dudaba de que así fuera, igual que no dan con los cientos de vehículos robados cada año hasta que es demasiado tarde. Al pasar frente a la puerta del trastero oyó un crujir de madera que la sobresaltó y lo que parecía un susurro o una risa ahogada. Entró a inspeccionar. No tardó en arrepentirse.»
En realidad, no hay nada de verdad malo y se puede pasar un buen rato con la historia; yo lo hice al principio y no me fue mal hasta el último tercio.
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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No me atraen los caprichos de lo sobrenatural, los sustitos tontos ni las incoherencias; y al final todo acaba cargando por acumulación. Además, hay muchos sinsentidos, como que el protagonista decida comprar la casa embrujada, que el fantasma de su hijo le diga que tiene que contar la verdad para poder encontrarlo, que este se metiera en el «submarino» y el otro chaval se lo callase, que haya fenómenos extraños y nadie se plantee una causa extraordinaria a pesar de no quedar otra, etc.