Centauros del desierto
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Escribe casi siempre con ritmo el Alan este, aunque lo hace desde el punto de vista de los estadounidenses que glorifican su pasado a lo cowboy (la tierra no es de nadie y por eso la cogemos valientemente frente a la brutalidad de los indios; estos, y los mexicanos ya de paso, son como animales [y huelen raro]; el pacifismo provoca la muerte de hombres blancos y es mejor cagarse a todos esos cabrones; las mujeres, a «sus labores», y si se han acostado con un indio las preferimos muertas, aunque también sirven para pelearnos por ellas, cuidarlas y hacernos los machotes; «se arrean mil docenas de guantazos y luego se pegan un abrazo», y cosillas así de típicas). Lo suelo pasar más por alto cuando son los personajes quienes cargan con los prejuicios en lugar del narrador, si bien me lo esperaba en un wéstern de esa época y, en consonancia con el resto, se trata de forma algo aséptica y no abruma.
En cuanto al argumento, tanto buscar se vuelve un pelín repetitivo hacia la mitad, pero la historia se mantiene interesante por las descripciones de los lugares, los acontecimientos y las costumbres de la gente (detalles muy verídicos según el prólogo alfrediano), y por la intriga, claro. Como novela de aventuras fronteriza no tiene apenas desperdicio, y me anima a probar otras similares (ya me ocurrió con Dorothy). La película, por otra parte, no creo que la vea.
En cuanto al argumento, tanto buscar se vuelve un pelín repetitivo hacia la mitad, pero la historia se mantiene interesante por las descripciones de los lugares, los acontecimientos y las costumbres de la gente (detalles muy verídicos según el prólogo alfrediano), y por la intriga, claro. Como novela de aventuras fronteriza no tiene apenas desperdicio, y me anima a probar otras similares (ya me ocurrió con Dorothy). La película, por otra parte, no creo que la vea.