Tenemos que hablar de Kevin
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Interesante y con un estilo llamativo, el libro es un poco rollo a veces, sobre todo cuando la protagonista se pone pedante o a decir gilipolleces, y es que tiene el defecto como narradora de casi aburrir y rematarlo con algún comentario que denota una personalidad absurda (bueno, no se libra nadie en ese aspecto...). Es de los que cuestan, vamos, pero merece la pena, o eso creo; además, va mejorando según se acerca el final, por lo menos en cuanto al ritmo.
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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El truquito de que las cartas sean para el marido muerto no lo vi venir y, cosa rara, tampoco me molestó. En cambio, con el trato de los padres a la hija, que Kevin sea una especie de niño de La profecía y otras incongruencias, o con la ardua homogeneidad de ciertos pasajes que invitan a abandonar la lectura, tuve que esforzarme; claro que cosas peores se han visto.