Rimas y leyendas
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El libro trae las Rimas, las Leyendas y las Cartas literarias a una mujer entre ambas, además de una útil y amplia introducción, con la biografía de Bécquer y un análisis de las obras que me ha permitido entender y apreciar los textos, en especial la poesía, así como varias actividades de apoyo a la lectura en la parte final. Sin embargo, hay un fallo en la versión electrónica (al menos para el Kindle) que molesta bastante en las Rimas: cuando un verso tiene un número a la derecha de los que se ponen para contarlos (cada cinco), aparece una línea en blanco justo debajo que separa el verso numerado del posterior, por lo que da la impresión de que pertenecen a estrofas distintas; cuesta disculparlo, la verdad.
En cuanto a la obra, las Rimas me han sorprendido y gustado más de lo que esperaba, probablemente debido a las explicaciones y, quizá, porque no he sido tan impaciente como cuando, hace años, leí una breve selección y me parecieron normalitas y hasta cursis. Me quedo con las VII, IX, XI, XIV, LIII (una de las «típicas»), LXI o LXXVI, entre otras, por agradarme y algunas tal vez por el vago recuerdo de haberlas ya conocido; la mayoría están al principio, así que puede que influya el motivo. Las Leyendas, a por lo que venía yo, han superado igualmente mis expectativas, si bien no se acercan a los poemas en este sentido: partían en mejor posición. Mis preferidas son «El rayo de luna», «La promesa», «Los ojos verdes» y «El monte de las ánimas», y «La corza blanca» se queda cerca... y podría seguir. En general, de ellas me encanta la expresión, la claridad del lenguaje y lo evocador que llega a ser con esa atención a los detalles, pues las vuelve muy reales; aunque también las hay con empeños religiosos, toques rancios de la época o tramas con poca enjundia que rebajan su disfrute. Las Cartas literarias a una mujer tienen algo de esto último (¿las mujeres no pueden hacer poesía?, ¿la religión es amor?) y, por otro lado, proporcionan valiosa información sobre el poeta y sus intenciones artísticas (que, por cierto, ya recogen y amplían los comentarios del encargado de la edición).
Es bueno leer los clásicos: a veces se acierta.
En cuanto a la obra, las Rimas me han sorprendido y gustado más de lo que esperaba, probablemente debido a las explicaciones y, quizá, porque no he sido tan impaciente como cuando, hace años, leí una breve selección y me parecieron normalitas y hasta cursis. Me quedo con las VII, IX, XI, XIV, LIII (una de las «típicas»), LXI o LXXVI, entre otras, por agradarme y algunas tal vez por el vago recuerdo de haberlas ya conocido; la mayoría están al principio, así que puede que influya el motivo. Las Leyendas, a por lo que venía yo, han superado igualmente mis expectativas, si bien no se acercan a los poemas en este sentido: partían en mejor posición. Mis preferidas son «El rayo de luna», «La promesa», «Los ojos verdes» y «El monte de las ánimas», y «La corza blanca» se queda cerca... y podría seguir. En general, de ellas me encanta la expresión, la claridad del lenguaje y lo evocador que llega a ser con esa atención a los detalles, pues las vuelve muy reales; aunque también las hay con empeños religiosos, toques rancios de la época o tramas con poca enjundia que rebajan su disfrute. Las Cartas literarias a una mujer tienen algo de esto último (¿las mujeres no pueden hacer poesía?, ¿la religión es amor?) y, por otro lado, proporcionan valiosa información sobre el poeta y sus intenciones artísticas (que, por cierto, ya recogen y amplían los comentarios del encargado de la edición).
Es bueno leer los clásicos: a veces se acierta.
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[No sigas si no has leído el libro:
a partir de aquí desvelo el argumento]
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Las leyendas:
«El caudillo de las manos rojas» - 7. Se me ha hecho larga. Una lástima, porque hay pasajes admirables y la prosa es elegante y precisa, y el tono exótico le sienta bien.
«La cruz del diablo» - 8. Con algún enredo de sobra para mi gusto, la leyenda es intrigante y tiene, como todas, buena escritura. Lo de la armadura uniéndose por sí misma parece de Ibáñez.
«La creación» - 6. Más divertida que la del cristianismo, pero no tanto.
«La ajorca de oro» - 6. La veo muy devota y con excesivos tópicos arcaicos; el argumento tampoco destaca.
«El monte de las ánimas» - 8. De las mejores, con forma y contenido magistrales y una emoción que no encuentro, por ejemplo, en «El miserere», bastante similar por lo demás.
«Los ojos verdes» - 8. Sencilla y cautivadora, roza la perfección.
«Maese Pérez el organista» - 7. No le habría venido mal un poquito de misterio; aun así, es curiosa.
«El rayo de luna» - 9. Mi favorita desde siempre.
«Creed en Dios» - 6. Ni de coña, y menos en ese cutre y decadente; el Bécquer sabe narrar, eso sí.
«El miserere» - 7. Relatos dentro de otros, una abadía fantasmal, música a un tiempo de los espíritus y de la naturaleza..., bien. El tema del arte, que el romero no es capaz de plasmar por completo y el narrador ni siquiera entiende, no me llena; quizá estoy demasiado acostumbrado a los subrayados y lo noto ligero, secundario.
«El cristo de la calavera» - 7. Leyenda de dos amigotes que se pelean por una mujer mala, les apacigua una luminosa intervención de un yonki grapado en unas tablas, al final descubren que tiene un amante y entonces se ríen de ella con el resto del grupo. Pero contada con mucho oficio.
«El gnomo» - 7. Me encantan las descripciones y el ambiente; lo del agua y el viento hablando es casi poético, aunque caprichoso, y solo echo en falta un poco de tensión.
«La cueva de la mora» - 6. De las más corrientes en cuanto a estilo y, también, trama.
«La promesa» - 9. Pues otra favorita que tengo...
«La corza blanca» - 8. Bonita narración donde la incredulidad de Garcés y las diabluras de Constanza desatan la tragedia.
«El beso» - 7. Vaya con el maromo de mármol...
«La rosa de pasión» - 6. Vaaale, sí, qué malos (entre muchas otras cosas) son los judíos y los cristianos les dan mil vueltas y el dios verdadero es la hostia y no el suyo y fíjate qué milagros más bonitos.
Dejo aquí relatos extra que he leído para completar los que Valdemar quería publicar el año siguiente en un volumen bellamente ilustrado por el ínclito, el maravilloso, el de los dedos vertiginosos Oliver Díaz Borondo:
«¡Es raro!» - 7. No hay misterio, y la única fantasía (no soy tan romántico) es la de la muerte de Andrés debido a la pena. Pero la defensa de los sentimientos frente a la apatía de la sociedad me ha convencido.
«Tres fechas» - 7. La última parte mejora y cierra con gracia el cuento.
«La arquitectura árabe en Toledo» - 5. Esto no es ficción, sino historia del arte que le da a la religión una importancia desproporcionada.
«Las hojas secas» - 7. Reflexiones sobre la vida y la muerte a cargo de las dos protagonistas... el mejor de estos añadidos.
«La mujer de piedra» (inacabada) - 6. No iba mal; lástima que no la terminara.
Con los cambios de última hora, algunas narraciones de por ahí arriba se quedan fuera de la edición de Valdemar y entran estas otras que añado:
«La venta de los gatos» - 8. Triste y emocionante; gran elección pese a su realismo (leyenda estricta no es; como tantas).
«Un lance pesado» - 7. Un ensoñamiento entretenido y humorístico. Prefiero la forma y el estilo de las leyendas.
«Un boceto del natural» - 6. Otra confusión chistosa, amena y más corriente aún.
Y de Cartas desde mi celda, la sexta, la séptima y la octava, que tratan de la brujería en los alrededores de Trasmoz, un pueblo de Zaragoza, y la leyenda de su castillo - 7. Cambio de registro y curioso resultado; me leeré todas algún día.
Dejo aquí relatos extra que he leído para completar los que Valdemar quería publicar el año siguiente en un volumen bellamente ilustrado por el ínclito, el maravilloso, el de los dedos vertiginosos Oliver Díaz Borondo:
Con los cambios de última hora, algunas narraciones de por ahí arriba se quedan fuera de la edición de Valdemar y entran estas otras que añado: